La metacognición como herramienta formativa
La virtualidad que han enfrentado nuestras escuelas en estos tiempos ha decantado (por suerte para los estudiantes y profesores) en archivar por un tiempo la evaluación sumativa, entendiendo que sólo generaría un mayor estrés en el estudiantado y en los docentes, situando en su lugar a la evaluación formativa como estrategia pedagógica para conseguir información constante sobre el proceso de nuestros estudiantes para la toma de decisiones, sin embargo, es válido preguntarnos, ¿en qué beneficia a nuestros estudiantes la evaluación formativa?, ¿sólo sirve para aliviar la presión de la evaluación sumativa?
La evaluación formativa será útil para nuestros estudiantes solo si se transforma en un verdadero recurso para ellos, es decir, en una herramienta que efectivamente les permita mejorar habilidades cognitivas que, muchas veces, no se alcanzan a desarrollar en el transcurso del trabajo sobre los objetivos de aprendizaje (cobertura curricular). Esto sería posible si se trabaja la evaluación formativa con instancias autoevaluativas, que entreguen espacios a los estudiantes para transformar el saber implícito en un saber explícito.
Lo anterior hace referencia directa a la metacognición. En tiempos donde el trabajo autónomo y personalizado de nuestros estudiantes toma cada vez más fuerza, es indispensable potenciar las habilidades metacognitivas enmarcadas dentro de un “control metacognitivo” (Mateos, 2001), que se focaliza en cómo el estudiante puede planificar una tarea, ejecutarla y evaluarla. A continuación te presentamos algunas ideas para trabajar el desarrollo del proceso metacognitivo con nuestros estudiantes:
Planificar una estrategia: es fundamental que el estudiante sea capaz de proyectar y secuenciar, es decir, planificar los pasos para concretar la tarea que se le propone.
Ejecutar la estrategia: luego de planificar el estudiante debe realizar los pasos pensados e ir revisando en el proceso si esto le permitirá llegar al objetivo de la tarea propuesta.
Evaluar el procedimiento: posterior a la ejecución de los pasos planificados se debe evaluar si estos fueron adecuados para lograr la tarea propuesta, reflexionando acerca de sus fortalezas y debilidades.
Reajustar el procedimiento: es importante que se pueda reajustar la estrategia tomando en cuenta las fortalezas y debilidades reflexionadas previamente.
Con el fin de concretar este proceso metacognitivo, adjuntamos un instrumento autoevaluativo construido en base a elementos metacognitivos y actitudinales que podrá orientar el proceso de los estudiantes al momento de ejecutar alguna tarea, permitiéndoles un automonitoreo de sus actividades.
La metacognición posee habilidades que deben desarrollarse en diversas fases para que el estudiante logre concientizar y racionalizar las acciones que realiza de manera mecánica, esto le permitirá mejorar su capacidad para planificar, ejecutar y evaluar su propio desempeño, con el consecuente aumento de su autonomía y autoestima (Reina, Oliva y Parra, 2010).
Bibliografía
Martí, E. (1995). Metacognición: Entre la fascinación y el desencanto. Infancia y Aprendizaje, 72(1), pp. 9-32.
Mateos, M. (2001). Metacognición y educación. Buenos Aires: Aique.
Osses, S. y Jaramillo, S. (2012). Validación de un instrumento sobre Metacognición para Estudiantes de Segundo Ciclo de Educación General Básica. Estudios Pedagógicos, 37 (2), pp. 117-131.
Reina, M., Oliva, A. y Parra, A. (2010). Percepciones de autoevaluación: autoestima, autoeficacia y satisfacción vital en la adolescencia. Psychology, Society, & Education, 2 (1), pp. 55-69.
Escrito por Julio Caro, Profesor de Filosofía, Magíster en Currículum y Evaluación. Coordinador Pedagógico en Fundación ATE SM.